A partir de la década de los años cincuenta, Mallorca vivió un gran cambio socioeconómico y su economía se transformó a un ritmo vertiginoso dejando atrás el sistema agrícola e industrial representado en las possessions, para convertirse en una de las grandes potencias turísticas del Mediterráneo. En el periodo comprendido entre 1959 y 1975 se produce el primer boom turístico, suponiendo el inicio del cambio en la estructura económica de la isla siendo una de sus principales consecuencias el trasvase de población ocupada desde la actividad agrícola al sector turístico. A partir de 1975, con el segundo boom turístico, el sector agrícola y con él el mundo de las possessions, entra en su declive definitivo perdiendo su fuerza económica en favor del sector servicios. A partir de 1996 tiene lugar el tercer boom turístico y se mantiene el trasvase de población agrícola hacia el sector servicios.
Situación actual y nuevos usos
El cambio socioeconómico en la década de los años cincuenta
Los nuevos usos de las possessions
En los últimos años, la especialización turística de Mallorca se mantiene de manera absoluta. La desaparición de las actividades agrarias es un hecho incontestable, tal vez sólo matizable por la aparición de la agricultura a tiempo parcial y de ocio, y por el mantenimiento que hacen los jubilados del paisaje agrario. Se ha consolidado la función residencial en las áreas rurales, tanto de población local como de residentes extranjeros, y el proceso generalizado de urbanización de la campiña sucede en todo el territorio por no hablar de la gran cantidad de possessions que en los últimos años se han vendido a ciudadanos extranjeros, a mallorquines cuyo poder adquisitivo ha aumentado enormemente gracias al negocio hotelero o a otras personas de perfiles similares procedentes de la península. En esta última fase, otro agente significativo de la colonización territorial del turismo es la conversión de antiguas possessions en hoteles rurales, agroturismos y casas de alquiler vacacional. En general, los propietarios rurales y los agricultores están a favor de la irrupción de este tipo de actividades dentro del suelo rústico ya que permite obtener las rentas que no proporciona la agricultura. Así, las parcelas agrícolas no son valoradas por su hipotética renta agraria, sino por su potencial renta inmobiliaria o por la rentabilidad que se puede obtener al convertir una possessió en un agroturismo, en un hotel rural o en una casa de alquiler vacacional. El encarecimiento del precio de la tierra y el desguace de las actividades agrarias es la consecuencia final de lo anterior.